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lunes, 31 de marzo de 2008

* el Reflejo de tu Interior *


Se requiere que nuestro corazón esté lleno de amor hacia nosotros mismos, con el fin de poder entregarlo a los demás seres.
Cuando nos encontramos con actitudes y sentimientos de carácter negativo en nuestro interior, es difícil dar a las personas algo diferente.
De lo anterior se deduce que es importante darnos la oportunidad de ser humanos (*divinos) y ser más amorosos y comprensivos con nosotros mismos.
Al aceptar nuestras reacciones, admitimos más lo que somos en este mundo físico, y por esto debemos aceptarnos tal como somos, incluso con las partes que llamamos oscuras o negativas.
Hace parte del amor tener tolerancia con nuestras debilidades, defectos o cosas que nos limitan, pues son regalos que se nos han dado, son los libros para ingresar a la universidad de la vida. Por lo tanto, no es conveniente ser duros con nosotros mismos.
Al aceptarnos como somos, estamos jugando de manera limpia y en constante comunicación con el yo interno, con el Padre, y es ÉL quien nos guía a todo momento. Y es observando hacia adentro que estamos con ÉL, cuando miramos el interior.
Los reflejos de los demás te proyectan algo de ti mismo. Así es que cuando miras hacia adentro está el reflejo del Padre; ahí lo puedes ver y percibir perfectamente: el reflejo divino está en tu interior, entra y lo verás.
El amor lo es todo y lo cura todo, ama esa parte oscura que no te gusta de ti; no quieras arrasarla y quitarla porque es parte tuya también. Esa parte oscura es la que te ayuda a crecer y a aprender, ámala, acógela, es parte de ti.
No debes guiarte porque algunos digan que es imperfecta o que es mala. Acepta que es tu parte negativa y ámala, vive con ella y reconócela; sólo así hay paz y felicidad en tu corazón.
No quieras tampoco ocultarla, esconderla en el último rincón para que nadie la vea, porque cuando haces eso es cuando ella más asoma la cara y lo hace por los lugares más insospechados.
Mientras tú consideras que está completamente escondida, todo el mundo la ve porque ella se manifiesta; acéptala, convive con ella, muéstrala y ámala.
Cuando la gente te vea amando esa parte tuya ya no le prestará importancia y la verá tan normal y aceptable que ya no será mala, y tú la amarás tanto que será parte de ti mismo, de tu ser, y entenderás que estás aprendiendo con ella.
Así dejarás de tildarla como la parte negativa o mala y empezarás a trabajarla como el regalo fabuloso que se te dio para que vinieras a aprender y a crecer.
La parte oscura es lo que no quieres mostrar; es ese mal genio que con frecuencia aflora y te hace reaccionar en forma aireada; son esas ganas de maldecir a alguien porque no hizo lo que tu querías; es esa ansiedad continua que te produce deseos de comer algo más así el estómago esté satisfecho.
Para otros será ese impulso que los hace fumar, a pesar de que el cigarrillo les produce fatiga o que tienen una enfermedad del pulmón que los está agotando.
Para otros es eso que les da temor al punto de paralizarlos; esa parte negativa que te irrita, que está inconforme con el comportamiento de los demás, la que juzga las circunstancias, o la que te hace pensar o decir que alguien se está comportando mal y que debía haber hecho tal o cual cosa.
Esa parte negativa tiene muchas facetas y distintas caras y es precisamente la que ves de frente cuando te molesta algo de alguien. Es la parte que a nuestro juicio, sino fuera por eso, seríamos perfectos.
Si nos amamos, será más fácil amar a los demás, sólo podemos dar lo que tenemos y si nos tenemos amor, podemos darlo. Una vez te amas, amar a los demás se convierte en un sentimiento espontáneo.
Por Carlos Villalobos

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