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martes, 18 de marzo de 2008

* Jardines Alquímicos en Aranjuez *


Los jardines alquímicos de Aranjuez:
Es uno de los enclaves más hermosos de nuestro país. Pero pocos saben que, escondidos entre los jardines de Aranjuez, se ocultan interesantes símbolos de poder y mitológicos. Su deliberada estructura triangular ha dado mucho que pensar... ¿Qué mensaje velado esconde este Real Sitio? ¿Qué quiso decir Felipe II, el “rey de negro”, con esta obra?
Por: Clara Tahoces
“Para encarecer la amenidad de algún lugar de recreación decimos es un Aranjuez.” En estos términos se expresaba Sebastián de Covarrubias Orozco en su obra Tesoro de la lengua castellana y española (1611). Y no ha sido el único de los clásicos españoles que ha compartido esta opinión que nos refiere que El Real Sitio de Aranjuez (Madrid) es un enclave único en el mundo. De hecho, ha sido declarado Paisaje Cultural Patrimonio de la Humanidad. Encontramos otras muchas referencias en este sentido en textos de Francisco de Quevedo, Baltasar Gracián, Miguel de Cervantes, entre otros.
Sin embargo, la belleza de este emplazamiento no obedece ni mucho menos a la casualidad sino a la intervención directa de un personaje como Felipe II y a sus enigmáticos asesores, entre los que destacan con luz propia nombres como Juan Bautista de Toledo, su discípulo Juan de Herrera o el misterioso Juanelo Turriano.
El paraíso en la Tierra
Hasta las mentes más escépticas admiten que el “rey de negro” quería recrear en Aranjuez el mismísimo paraíso; pretendía erigir un lugar de esparcimiento compendio de todo el universo conocido de su tiempo. Y para llevar a cabo semejante hazaña sólo podía escogerse un sitio como Aranjuez. En efecto, la elección del emplazamiento no es casual; fue seleccionado por la bondad de su clima, la extraordinaria calidad de sus aguas y, entre otras razones, por la fertilidad de sus suelos en los que confluyen los ríos Tajo y Jarama.
La ordenación del terreno mediante trazas geométricas se realizó, por encargo de Felipe II, a mediados del siglo XVI. Según los analistas el rey deseaba aplicar un modelo canónico de corte grecorromano y renacentista; estas bases serían continuadas por sus sucesores a través de más de cuatro siglos. De hecho, si visitamos El Real Sitio percibiremos que se da más importancia a los herederos de su obra. Tal es el caso de Carlos III.
Los creadores del Real Sitio transformaron éste, a base de planificado tesón, en un gigantesco centro de aclimatación de especies exóticas –traídas de remotos confines- tanto animales como vegetales, además de transmutar el terreno a su voluntad para conseguir el efecto deseado. Aranjuez se convirtió pronto en punto de reunión de maestros y genios de todas las disciplinas: músicos, poetas, arquitectos, ingenieros, inventores, matemáticos, escultores, alquimistas...

Esta pretensión de recrear el paraíso no es nueva; la descubrimos en muchos jardines herméticos (MÁS ALLÁ, 166) en los que se encuentran las claves para comprender el mensaje secreto implícito en ellos. De hecho, conocemos por una carta de Isabel Clara Eugenia (hija favorita de Felipe II) que las trazas de Aranjuez están claramente inspiradas en las del desaparecido jardín del castillo flamenco de Mariemont. Felipe II se apoya en Juan Bautista de Toledo para dar vida a su proyecto: alterar la naturaleza de los terrenos modificándola a su antojo. Así queda explicado en Aranjuez. Paisaje cultural , obra coordinada por Mª Jesús de Torres Peralta: “Este terreno [las huertas de Picotajo] estaba delimitado por el curso irregular de los ríos Tajo y Jarama, que confluían allí, y albergaba el acceso principal a las posesiones reales que se hacía a través del puente de la Isla. Toledo diseñó un trazado que ordenaba del mejor modo posible el espacio entre dicho acceso y las orillas de los ríos: su solución se basaba en el empleo de ángulos de treinta grados para crear una trama de triángulos (...). Este esquema se repite simétricamente al otro lado del acceso principal, donde el terreno se abre, y da la pauta para su posterior desarrollo en longitud”.
Pirámides aéreas
Es más, si observamos un dibujo aéreo atribuido al arquitecto alquimista Juan de Herrera (continuador de la obra de Toledo) tendremos la impresión de estar contemplando una serie de triángulos que en su conjunto forman una pirámide, un símbolo esotérico donde los haya. No olvidemos que el triángulo equilátero simboliza la divinidad, la proporción y la armonía. En la alquimia el triángulo es el símbolo del fuego y del corazón. Estos detalles no parecen nimiedades viniendo de parte de personajes como Herrera, cuya influencia alquímica ha quedado reflejada en obras como el monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Ahondando en el mensaje oculto de Aranjuez es posible que Felipe II quisiera dejar patente que este enclave era una obra de “Dios”, un dios muy particular que no era otro que él mismo, permitiéndose modelar los elementos naturales (tierra, agua, aire y fuego) para lograr los resultados apetecidos. Aranjuez, en su época, no dejó de ser un gran “corazón” que latía y que aún continúa haciéndolo. Es de los pocos lugares intervenidos por la acción del hombre que han ganado calidades en lugar de perderlas.
No en vano Felipe II quiso que Aranjuez fuese un centro experimental para realizar pruebas agrícolas. Allí se cultivaron plantas, verduras y frutas bajo técnicas novedosas. Protegió a figuras como Juanelo Turriano, un misterioso hombre terriblemente polifacético y autor de Los veintiún libros de los ingenios y de las máquinas , que con sus inventos asombró a la sociedad de su época. En concreto, su papel giró en torno a la técnica jardinística, cuidando algo que hoy raramente se tiene en cuenta: la influencia psicológica que producen los jardines sobre sus visitantes, o cómo modificar las emociones de quienes frecuentaran tales sitios.
Un ejemplo de ello son los llamados “juegos de aguas” que descubrimos en Aranjuez. Mediante su empleo se pretendía mojar sutilmente a los visitantes, como si se tratase de una fina lluvia; otros efectos imitaban el canto de exóticas aves. Estos “juegos de aguas” solían estar camuflados en los cruces de calles de los jardines, tras las plantas...
Turriano también creó en el Real Sitio el llamado “artificio de Juanelo”, que en realidad era una máquina hidráulica destinada a subir el agua a Toledo desde el río. Sin embargo, todos estos artilugios y otros tantos terminarían por hacerle caer bajo sospecha inquisitorial. Sólo la intervención del rey le salvó de ésta.

Se sabe asimismo que en Aranjuez existió un jardín de simples medicinales (necesarios para la destilación de las aguas) hacia 1565. El encargado de su cuidado era Francisco Holbeque, el hermano del Jardinero Mayor. Se piensa que estaba situado en el Jardín de la Isla y que en él estaba custodiada la casa de la destilación. En su interior se extraían aguas de los simples medicinales cultivados, aspecto éste seguramente calcado del modelo existente en Mariemont. Además, Aranjuez tuvo dos espacios más reservados para el cultivo de plantas medicinales de las que luego se extraían aceites y aguas reparadores.
No obstante, el Real Sitio de Aranjuez esconde mucho más. Detalles que sólo podremos valorar visitándolo, respirando su magia, la misma que ha inspirado a compositores, literatos y artistas. Como decía Juanelo Turriano: “Entenderás quien soy, si acometieras a hacer otra obra igual desta” .
Más datos en:
Guía del Madrid mágico, Clara Tahoces (MR Ediciones).

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