* You Tube *

viernes, 28 de marzo de 2008

* el Poder Magnético de la Mirada *


por © Isabela Herranz

Al margen de su función visual, los ojos, mediante la mirada, son agentes muy activos de la influencia que un individuo puede buscar ejercer sobre los demás. ¿Qué pautas debemos seguir para comprender sus revelaciones y apreciar su poder magnético?
“Podemos leer el rostro de otra persona sin mirarla a los ojos, pero cuando los ojos se encuentran no solamente sabremos cómo se siente el otro, sino que él sabe que nosotros conocemos su estado de ánimo. Y de alguna forma, el contacto ocular nos hacer sentir, vivamente, abiertos, expuestos y vulnerables. El comportamiento ocular es tal vez la forma más sutil del lenguaje corporal”. Así se expresaba la socióloga Flora Davis en su conocida obra La comunicación no verbal al referirse al parámetro más expresivo y nítido del rostro humano: la mirada que emana de sus ojos.
Espejo por donde aflora y se filtra nuestro sentir más profundo, la mirada sola es capaz de iluminar y vivificar las emociones y sentimientos más insondables del ser. Posee un carácter misterioso, difícil de explicar, y sin embargo, es el primer elemento que permite formarnos una impresión cuando conocemos a alguien. Dicha impresión raramente es equívoca e ilusoria, siempre es confirmada por los hechos.
Si alguien pretende disimular su dolor detrás de una sonrisa, con frecuencia se delatará con los ojos, en ellos se manifestará la pena. Así pues, si tenemos dudas de las señales que emite una boca, los ojos siempre nos darán la respuesta.
Al referirse a las emisiones procedentes de los ojos, en su tratado La puissance du regard (1973) el radiestesista francés Antoine Lucy no podía ser más tajante: “No engañan nunca a quién sabe leer en ellos. Las intenciones, los instintos, las pasiones, las marcas de aprobación y reprobación, la atracción o el rechazo, la ironía, el engaño, la envidia, los celos, el odio, la piedad, la tristeza, la alegría… Todo, absolutamente todo, puede leerse asomándose a ellos”. Sin duda, sus afirmaciones eran ciertas pero la psicología de la mirada es tan compleja que no siempre resulta fácil adivinar los estados psicológicos y las emociones que emanan de ella. Hace falta entrenamiento, buenas dotes de observación y no olvidar, según escribiera el poeta Thomas Wyatt, que “el ojo es un traidor del corazón”. También es un potente emisor de “rayos” de naturaleza desconocida.
¿Ondas electromagnéticas?
Algunos investigadores han estudiado el problema de la mirada como emisora de rayos partiendo de teorías eléctricas y neurofisiológicas. "Todas las células vivas producen una radiación invisible" anunció el científico ruso Alexander Gurvitch en los años treinta tras descubrir que el tejido muscular, la córnea del ojo, la sangre y los nervios son "transmisores" de lo que denominó "radiación mitogenética".
Pocos años antes, en 1921, el doctor Charles Russ había demostrado en un Congreso Oftálmico celebrado en Oxford que con un aparato especial una persona podía hacer que un solenoide se moviera mirándolo fijamente. El doctor francés Paule Joire diseñó un aparato con una aguja que se movía cuando un ser humano lo miraba fijamente o estaba cerca de él. Denominó la fuerza desconocida que causaba la reacción "emanaciones de los sistemas biológicos".
Por otra parte, el doctor B.B. Kajinski y V.L. Durov se hicieron famosos en la antigua Unión Soviética por sus experimentos conjuntos en relación con el poder de la mirada y los fenómenos telepáticos. Durov estaba persuadido de que la mirada humana era capaz de paralizar al animal más feroz y así pareció demostrarlo con animales salvajes. También experimentó por sí mismo el efecto paralizante de la mirada con algunos peces y serpientes. En 1962 Kajinsky expuso finalmente sus experimentos con Durov y expresó la idea de que los bastoncillos de la retina del ojo pueden actuar como diminutas antenas de radio que envían señales telepáticas y que existe un rayo emitido por el ojo de 8 centésimas de milímetro de longitud de onda, en el límite de las ondas hertzianas y del infrarrojo. Unos años antes P.P. Lazarov y Tourouguine habían descubierto por separado que la acción de este rayo del ojo se detenía cuando se interponía entre el emisor y el receptor (ojo y nuca de un sujeto), un tamiz metálico de mallas muy finas. Las conclusiones a las que se llegó indicaban que el agente de transmisión del rayo emitido por el ojo se encontraba en el terreno de ondas electromagnéticas muy cortas, las llamadas ondas milimétricas. Sin duda se trata de energía procedente del cerebro, ¿podemos utilizarla en nuestro provecho? Brenda Dunne, directora del Princeton Engineering Anomalies Research Laboratory (PEAR), lleva décadas investigando la influencia de la mente humana sobre las máquinas y está convencida de que llegará un momento en que podremos interactuar con ellas con ayuda de “nuestros ojos”: “Ya tenemos ordenadores activados por la voz… Nos estamos moviendo en esa dirección con tecnología para discapacitados que les permitirá conectar un aparato a sus ondas cerebrales o a los movimientos de los ojos”, declaró a finales de los años noventa.
Aunque sea sólo de forma experimental, parece que ya es posible utilizar el poder mental a través de los ojos, así pues, ¿cómo va a sorprendernos que el magnetismo de la mirada haya alimentado concepciones fantásticas relativas a encantamientos y maleficios debidos a su acción, pero dejando a un lado la posibilidad la existencia del mal de ojo, no parece improbable que los ojos humanos hayan retenido también el poder hipnótico animal que se remonta a insectos y reptiles que se sirven de él para procurarse el alimento. No en vano, uno de los signos externos que ejercen mayor influencia en los demás es el poder, la firmeza y el brillo de la mirada. Tal poder puede influir en las decisiones ajenas y muchos filósofos y políticos han utilizado desde la más remota antigüedad el influjo fascinador de la mirada para rodearse de discípulos y seguidores y difundir sus ideas. Pitágoras sostenía la atención del auditorio con su mirada; Alejandro Magno ganó la batalla de Arbela enardeciendo a su tropa con el fuego de sus ojos.
Órganos del cerebro
No hay duda de que los receptores oculares son los órganos sensoriales que ofrecen mayor movilidad expresiva. Esto se debe a que alrededor de los ojos están agrupados la mayoría de los músculos que contribuyen a los movimientos mímicos del rostro. La preeminencia de estos receptores también se debe a que el nervio óptico, por el que se propagan las impresiones visuales no es un nervio como los otros: tiene la particularidad de ser una emanación directa de la sustancia nerviosa del cerebro, y por transmite al ojo, por tanto, a la mirada, informaciones sobre la condición en la que se encuentra el órgano cerebral. No en vano, ha señalado el investigador Lyall Watson en su obra Supernature que “embriológica y anatómicamente, el ojo es una extensión del cerebro”. Mientras se verifica el acto de la voluntad, los ojos son los focos magnéticos de donde irradia y se esparce el fluido nervioso y el influjo sugestivo. En este sentido, es sobradamente conocida la sugestión ejercida con la vista en la hipnosis, que se emplea por ser la forma más sencilla de inducir al trance hipnótico, así como la influencia benéfica de la mirada de los auténticos sanadores. Esta posee siempre una cualidad superior, capaz de ejercer una acción magnética calmante, muy distinta de la mirada de los enfermos mentales, los delincuentes y los asesinos en serie. En relación con estos últimos, no resulta de más tener en cuenta este parámetro para detectarlos antes de que sea demasiado tarde. Aunque la teoría del criminal nacido del antropólogo italiano Cesare Lombroso está desacredita y los morfopsicólogos actuales sostienen que en la estructura del rostro no puede reconocerse una disposición natural al crimen, señalan en cambio que en la expresión mímica, y especialmente la de la mirada, puede ser reveladora de tal disposición, al indicar el estado del alma actual de un individuo. Si hacemos caso a Marie-Noëlle Slonina, autora de la obra Tout savoir sur le regard (1987), “la mirada no miente a largo plazo. Raros son los ojos que no dicen la verdad de un rostro”. ¿Qué pautas debemos seguir para descubrir esa verdad? En los recuadros que acompañan este artículo se recogen algunas de esas pautas, pero existen muchas otras que cada uno debe intentar descubrir asomándose sin temor a los ojos de los demás. En ellos verá retazos de sus almas, fragmentos deshilachados de espíritus contrahechos, atribulados, pero también percibirán destellos luminosos en rostros animados por la paz de su espíritu o la grandeza de sus corazones que quizá hasta entonces no habían advertido. Si la nuestra está cargada de dichas partículas los demás también las verán.

* Geo Counter *