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miércoles, 5 de marzo de 2008

* la Purificación del Paladar *




LA PURIFICACIÓN DEL PALADAR
Por Clovis

H.D. Thoreau, filósofo americano del siglo pasado, afirmó cierta vez que se alimentaba de lo que era agradable a su imaginación y que, con frecuencia, un haba silvestre recogida mientras caminaba por la ladera de una montaña lo nutría más que una comida convencional. Las imágenes llenas de vida, de pureza y de simplicidad que aquella rústica leguminosa le suscitaba, alimentaban su espíritu.

Si seguimos ese ejemplo y nos esforzamos por trascender los condicionamientos y hábitos que limitan nuestra percepción, podremos vivir experiencias semejantes.

El paladar es uno de los sentidos más condicionados y uno de los más burdos, ya que hemos transformado la necesidad básica de alimentación en refinado placer y, para satisfacerlo, hemos desarrollado productos con sabores cada vez más artificiales y agresivos. Sin embargo, a medida que vamos simplificando el modo de vivir y que vamos optando por vegetales puros y preparados de manera que preserven sus cualidades intrínsecas, descubrimos cuánto puede sutilizarse y refinarse el paladar. Descubrimos que puede proporcionarnos percepciones tan ricas como las que proporcionan un bello paisaje o una sinfonía.

En una vida grupal evolutiva como la propuesta de Figueira, tenemos innumerables oportunidades de romper con las limitaciones que nos imponen la gula, el deseo y los hábitos arraigados. Al darnos cuenta de la profunda energía de amor con la que se nos ofrecen los alimentos, nuestros valores cambian y la vida adquiere nuevos significados. Si al alimentarnos, por ejemplo, reconstruimos con la imaginación el recorrido que hace el alimento hasta llegar a la mesa; si nos acordamos de los cuidados que recibió de quienes lo cultivaron, del sol, del agua y de la fertilidad de la tierra que lo hicieron crecer, de las energías cósmicas que asimiló durante ese proceso y, por último, de la dedicación de quienes lo prepararon; si tenemos todo eso presente mientras lo ingerimos, con certeza ese alimento nos nutrirá integralmente.

Para comprender el valor del alimento nada mejor que participar de una cosecha en Figueira. Después de haber colaborado en esa actividad, después de haber arrancado de la tierra cada planta de frijoles, de haber sentido en las manos ese vegetal tan generoso ¿quién no sentirá profunda reverencia y gratitud cada vez que lo vea en su plato?

La reverencia y la gratitud van purificando nuestro paladar, lo van liberando de preferencias y de tendencias atávicas, lo tornan apto para reconocer sabores con matices cada vez más sutiles. Matices que ya no provocan estímulos burdos del apetito, sino que nos llevan a una percepción subjetiva del valor de cada alimento, de sus cualidades y de sus efectos sobre el organismo. De esta manera, cuando ese refinamiento ya esté actuando en nosotros, al masticar cuidadosamente una verdura, al tomar un jugo de hojas ó un té de hierbas, podremos evocar sentimientos profundos, pensamientos sublimes y estados de paz como si a lo lejos oyésemos el sonido armonioso del repicar de campanas.

Fuente: Boletín SEÑALES No. 3 de Figueira - Setiembre a Diciembre de 2003

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