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lunes, 28 de julio de 2008

* la licenciosa Venecia *


Una exposición contrapone al estereotipo de libertino una dimensión más compleja
RUBEN AMON - ENVIADO ESPECIAL

VENECIA.- Casanova existió. Y la aclaración viene a cuento porque el 50% de los italianos acaba de reconocer en una encuesta que el personaje veneciano nunca sobrevivió más allá de la ficción.

Semejante punto de partida complica en cierto modo el objetivo de la exposición que se inaugura mañana en Ca'Rezzonico, puesto que el museo veneciano pretende conjurar el estereotipo del superficial libertino en favor de una dimensión mucho más compleja y reveladora.

Y es que, 200 años después de la muerte de Giacomo Casanova, puede invocarse el nombre del seductor para comprender los milagros y las sombras del siglo XVIII europeo.

Desde esta perspectiva, el ocasional visitante tiene la oportunidad de satisfacer sus inquietudes y sus envidias elementales, pero cualquier alusión a la vida licenciosa del maestro -130 amantes, objetos íntimos personales, cartas, documentos privados, un misterioso anillo de oro- se contrasta con toda clase de argumentos redentores, entre ellos, las discusiones filosóficas con Voltaire y su reputación en algunas cortes europeas.

INTREPIDOS VIAJES.- De hecho, el Museo Ca'Rezzonico ha resuelto el itinerario vital de signor Giacomo como trasfondo de una imponente colección de pintura del siglo XVIII.

De este modo, los intrépidos viajes de Casanova pueden reconocerse en las obras maestras de Canaletto, Guardi y Bernardo Bellotto; la dimensión conquistadora del personaje pone en suerte los cuadros eróticos de Fragonard, Boucher y Watteau; y el perfil del veneciano masón y el alquimista se explica con las oscuras pinturas de Pietro Longhi.

El desafío de retratar a Casanova sin apenas mostrar su imagen permite identificarlo en el fragor cultural y político prerrevolucionario, aunque el perfil de aquel seductor «desocupado del espíritu», según escribía Stefan Zweig, también puede esclarecerse a la luz de su ajetreda biografía: soldado, espía, seminarista, pésimo violinista, gestor de loterías, consultor financiero, industrial textil, diplomático, impenitente víctima de los acreedores, bestia negra de los maridos despechados y, naturalmente, amante de Madame Pompadour.

El retrato de la mujer favorita de Luis XV expuesto en Venecia procede del Museo del Louvre y fue concebido con los pinceles de François Boucher, pero, sobre todo, revalida un memorable pasaje de las memorias que dejó escritas el mítico y gran seductor: «La reina tiene una aria de vieja santurrona».

El sarcasmo también explica que Federico Fellini, involucrado en el rodaje de Casanova, improvisara una sesión de espiritismo para convocar la contrariada alma del polifacético personaje veneciano.

Signor Giacomo le explicó que desconocía en que consistía el trabajo de director de cine y le dio un consejo decisivo para la correcta administración de las actividades amatorias: «Jamás hay que hacerlo después de comer; nunca hay que hacerlo de pie».



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